El cántico que proviene de diversas voces dentro del mismo cuerpo navega en mis oídos y preparo los sentidos al cerrar de golpe los párpados recordando y experimentando lo nuevo, lo inevitable y lo inesperado; era terreno desconocido en la memoria, en el adelante del indígena americano, continente fértil en todos sus ámbitos. Y si no fuera su interés, me lleva de todos modos a los pasajes que parecían cerrados; ese color de la melodía tan dulce, y pareciera que el corazón late con razón, vivo, encantado y renovado, y esa chica que le besaba los labios no parecía más que danzar en alegría que no daba nostalgia, daba ese fruto de madura mordida que debía agotarse tan pronto como el frágil tacto de desparramado encanto... como cuando uno quisiera encontrar otro fruto con aquel especial sabor, que finalmente lo da el momento donde te pille la vida, donde no volverás, donde tampoco te has ido, donde el alma da vueltas buscando ese tipo de latido.
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Y de espaldas al futuro desconocido, remando hacia atrás sin saber donde iré a parar, me pregunto si acaso me agradará, si ese sueño dormido, casi enterrado y medio muero brotará en vida. Y es que mi oído no oirá un timbre de tanto agrado como aquella voz, que habla por su solo sonido, calidez y vibración antes de su palabra pronunciada, la que miente y llora en el acto.
Ese sonido que espero al observar sus ojos que puedo sentir al cerrar los míos, que es tan fuerte y delicada, que es fuego tenue como la estación que busca el verano y se pierde en la brisa primaveral... tan complejamente maravilloso de explicar, tan gravada... tan inspirada y aveces cansada de tanto ser nombrada.
LB Valdés
A veces no falta más que una banca esperando ser ocupada y poder observar lo que te saca las palabras escondidas, como escupidas con furia desde el alma del recuerdo vivo.
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