La sensación de fracaso, de sentir que uno está fracasado es intensa... a veces fugaz, a veces eterna, pero de cualquier forma, intensa.
Te aplasta, te deja sin fuerzas, te detiene, te manipula y te hace retroceder con una rapidez impresionante. Sin embargo, cuando aprendes a ver el fracaso como una enorme puerta para aprender y crecer, no caer en los mismos agujeros ni chocar ante las mismas piedras de error ya conocidas, entonces lo amas, incluso llamas estar fracasada.
Es cierto, aún me cuesta felicitarme por estar en fracaso... el ego trabaja siempre, y no digamos que ego-fracaso sean muy amigos.
Pero bueno, aquí estoy... fracasando, un tanto seguido, pero bueno decidí hace un año ser fracasada de este sistema, por lo que no debiera parecerme extraño fracasar en rutinas del mismo, en trampas predispuestas por el mismo.
Como la imágen, en el fin del tunel ya estuve antes, el camino está hecho sólo debo no caer, avanzar e iluminarme; ahora la mente está en el libro que terminé, en el que estoy iniciando, en mis lecturas humanistas y psicológicas... en todo el futuro por delante que he deseado cultivar para fracasar, pero en suelo menos árido, que sea más blando para levantarme como un rebote.
LB Valdés
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