Y no me siento en encaje, no me resulta el respiro y ni mi rostro reconozco.
No se en que me he convertido, ni por quien, ni porque, ni como...
Quisiera ser sólo un suspiro, casi ni ser aire.
No quiero responder, ni mirar, ni soñar...
respirar me destroza, la imaginación me agota
la razón me mata y ¿la ilusión? si quiere usted tome nota.
Mi nombre no calza y las luces me apagan
la oscuridad me nutre, hasta me calma
la voz se me apaga y el maldito llanto delata
cuando mi mirada no penetra, ni descubre, ni delata...
sólo llama, busca y luego araña con visiones mi futuro pues lo mancha.
No quiero más marcha, no quiero más nada
sé que ni la esperanza me nutre el alma
ni mis sueños tienen ya alas, ni mi guitarra me armoniza y calma.
El pesimismo me consume, dejo de ser ilusión...
ilusionista quise llamarme, hoy muere aquel afán tan superior.
No quiero ayuda, no quiero palmas en mi espalda
viendo lamentar el pobre peso de mi cuerpo ya deshecho,
no me mireís con lástima, no hagaís un no en la cabeza
que algún día volverán mis ojos, y mirarte será eterno...
si no es así, pues no dudeís que sin respiro, ni palpitar
habré encajado y relajado esta frustración que tiene coraje de matar.
Si aquello ocurre, no quiero: ni cruces, ni lamentos
ni curas vanos, ni iglesias tristes
ni oración, ni religión alguna.
Despedidme de inmediato, no quiero huellas, busco el olvido
deja con migo los recuerdos, no mantengaís , no conserveís mi nombre en ellos
son sólo míos, no los comparto; fueron mi vida y ahora los lanzo junto al cuerpo
si en vida no comprensdiste aquello en ese entonces no merecereís ahora tenerlos.
Despedidme con un beso, que mi alma tendrá en el su peso.
LB Valdés
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